Tras la huella de ‘El Jefe Diego’
Forcejeos, resistencia y rastros de sangre son evidentes en los peritajes practicados en la finca donde fue secuestrado Diego Fernández de Cevallos. Reporte Indigo te presenta en exclusiva fotografías de este peritaje inédito.
Por Ramón Alberto Garza
La noche del 14 de mayo, “El Jefe Diego” estacionó su camioneta en la cochera de su finca La Cabaña, en el municipio Pedro Escobedo, en Querétaro. El vehículo está perfectamente estacionado, por lo que no se presume intercepción alguna.
La camioneta
La camioneta fue encontrada cerrada, con el arma que solía portar el político panista depositada en el interior. En la pared de la cochera que da a la puerta del conductor se encontraron múltiples rastros.
Primeros forcejeos
Por lo estrecho del espacio que quedó entre la puerta del conductor y la pared, se ha establecido que los primeros forcejeos entre los captores y “El Jefe Diego” se dieron teniendo como apoyo esa pared. Son evidentes las huellas de suelas de hule y cuero sobre la pintura blanca del muro.
"El Jefe" sigue pateando
Incluso en la pared exterior de la cochera, fuera del alcance de la camioneta, se perciben huellas de zapatos que claramente se apoyaron en la pared y dejaron estelas de movimientos bruscos sobre la pintura.
Sangre en la pared
En las paredes aledañas a la cochera se encontraron rastros de sangre, presumiblemente de “El Jefe Diego”. En uno de los muros se observa un manchón de sangre, supuestamente de la víctima, y una mancha más leve que parece ser de alguien que habría limpiado en la pared la sangre que tenía en su mano.
Más huellas de "El Jefe"
A lo largo de la cochera, se observan rastros de hule en la pared, presumiblemente de suelas de zapatos de los captores o de la víctima, que habrían usado esas paredes como punto de apoyo para someter o evitar ser sometido.
El golpe en la cabeza
Se presume que algunos de los rastros de sangre encontrados en las paredes de la finca La Cabaña podrían ser producto de un golpe que “El Jefe Diego” se diera en la cabeza cuando intentaba evitar su captura. La fotografía distribuida por Internet muestra con claridad un hematoma en la parte superior derecha del rostro del ex senador.
Sangre en el piso
El rastro más profuso de sangre, encontrado en el piso de la cochera, permite establecer que “El Jefe Diego” sufrió una herida que se presume fue producto de la extracción del chip antisecuestros que portaba el político panista y que sus captores inhabilitaron de inmediato.
Huella de pie descalzo
Entre las huellas encontradas en el piso se distinguen las de un pie descalzo que habría dejado un rastro de sangre. Para algunos, se trata de las huellas de un captor descalzo o de alguien cuyos dedos desbordaban los huaraches. Para otros, podrían ser las huellas de los pies de “El Jefe Diego”, quien al ser sometido, habría sido despojado de sus botas. Esta acción es muy común en los secuestros.
El chip antisecuestro
Los captores sabían que “El Jefe Diego” portaba dentro de su cuerpo un chip antisecuestros. Y al momento del plagio, se lo extrajeron. Para detectarlo, debieron conocer el sitio exacto donde se le implantó. O pudieron haber portado un escáner de radiofrecuencia para encontrarlo y proceder a su inmediata remoción.
Forcejeos, resistencia y rastros de sangre son evidentes en los peritajes que se hicieron en el lugar donde fue secuestrado Diego Fernández de Cevallos.
Para los investigadores del caso, está claro que el político panista opuso resistencia a su captura. Y eso se tradujo en heridas que, aunque leves, dejaron distintas huellas de sangre en las paredes de la cochera donde estacionó su camioneta.
Más aún, las presunciones de esos peritajes advierten que “El Jefe Diego” habría sido despojado violentamente del chip antisecuestros que tenía insertado en su cuerpo. De ahí que algunos rastros de sangre encontrados en el piso fueran atribuidos inicialmente a una herida leve con sus tijeras para cortar la barba.
El chip le habría sido retirado con una punción subcutánea que produce una herida de sangrado continuo si no se cuenta con el material quirúrgico apropiado.
El hecho dejaría en evidencia que quienes lo plagiaron tenían conocimiento de que traía el chip antisecuestros. Por lo tanto, tenían acceso a información personal de su víctima.
Y extraer el chip de su cuerpo sólo era posible por una de dos vías. O sus captores sabían exactamente en qué lugar estaba injertado ese chip, o los delincuentes traían consigo un escáner para captar la radiofrecuencia y proceder a su extracción.
Fotografías del lugar del secuestro que están en poder de Reporte Indigo, así como evaluaciones de algunos peritos que contribuyen a las investigaciones del caso, establecen algunas de estas conclusiones preliminares.
De acuerdo al peritaje, la noche del 14 de mayo, Diego Fernández de Cevallos habría llegado solo a su finca La Cabaña, ubicada en el municipio de Pedro Escobedo, en Querétaro.
El político panista tuvo oportunidad de entrar hasta la cochera, estacionar su camioneta color arena Cadillac Escalade EXT 2007 y cerrarla. La conclusión es que no fue interceptado. Era esperado por sus captores.
Una de las presunciones es que quienes perpetraron el secuestro no eran ajenos al entorno familiar, personal o de negocios de “El Jefe Diego”. Sólo así podría explicarse su libre acceso a la finca.
Ya afuera de su camioneta, el político panista habría sido sometido de manera violenta por sus captores. Los rastros dejados por las suelas del calzado, con manchones de hule y/o cuero sobre las paredes blancas de la cochera, permiten llegar a esta conclusión.
Sobre las manchas de sangre encontradas, habrían sido preclasificadas en dos. Unas como producto de un golpe en la cabeza y otras como consecuencia de la posible extracción de un chip antisecuestros que portaba en su cuerpo “El Jefe Diego”.
De las primeras se exhiben como evidencia las manchas encontradas en las paredes, lo que indica la presunción de un golpe, que se asume fue en la frente. Y junto a esas manchas de sangre, hay otra más leve, que se presume es producto de alguien que intentó limpiar rastros de sangre que tenía en una de sus manos.
El segundo rastro de sangre, más profuso aún, originalmente se presumía que era producto de una punción hecha con las tijeras de corte que usaba “El Jefe Diego” para afinar su barba.
Sin embargo, investigaciones posteriores permitirían concluir que esas manchas hemáticas fueron producto de la herida que se le ocasionó al político panista cuando se le extrajo un chip antisecuestros que había sido colocado en su cuerpo meses antes.
A raíz de la ola de inseguridad que aqueja a México, esos chips antisecuestros se convirtieron en una moda. Su instalación subcutánea, generalmente en el antebrazo, tiene un costo de 22 mil pesos. Y para el rastreo permanente, se paga una anualidad de 24 mil pesos.
Uno de los detalles del peritaje que más llama la atención es la huella de un pie descalzo aparentemente hecha con rastros de sangre. Sobre esta evidencia, se tejen dos hipótesis.
La primera es que uno de los captores podría ser un lugareño de un ejido o zona aledaña al rancho, y que iba descalzo o usaba huaraches que dejaron al descubierto los dedos durante uno de los forcejeos.
La segunda, que suele ser una práctica muy común de los secuestradores, es que despojaron a “El Jefe Diego” de sus zapatos para colocarlo anímicamente, ya descalzo, en una actitud de indefensión.
Además, está claro que en los distintos forcejeos que se detectan, el plástico de las suelas de los zapatos del capturado, o de sus captores, dejó huellas en varias paredes de la cochera.
Y ahora que, a petición de la familia del secuestrado, la Procuraduría General de la República aceptó hacerse a un lado de las investigaciones, el responsable de las negociaciones es Antonio Lozano Gracia.
El ex procurador de la República en el sexenio de Ernesto Zedillo ya habría recibido las “pruebas de vida” que le permitirían iniciar el proceso de negociación para la liberación del político panista.
Hasta ahora son dos tesis centrales las que se tejen en torno a esta desaparición. La primera tiene que ver con una presunta célula del movimiento guerrillero ERPI que opera en la sierra queretana. La otra, con presuntos negocios que tiene el despacho jurídico del secuestrado con algunos clientes de Cancún que estarían siendo investigados por presunto lavado de dinero. Analicemos.
LA TESIS DEL ERPI
Una línea de investigación sobre los posibles captores de Diego Fernández de Cevallos apunta hacia el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI).
Los que suscriben esta tesis advierten que el modus operandi es el de un secuestro perpetrado por la guerrilla, sobre todo en lo que corresponde a la fotografía de “El Jefe Diego” en cautiverio difundida por Internet.
Sostienen que el afán primordial de su estrategia es el de crear un sacudimiento en la opinión pública, con el fin de lograr uno de dos objetivos.
Uno, atraer la atención para su causa. O dos, negociar o canjear algo que necesitan desde una posición de poder.
Y aunque es cierto que el Ejército Popular Revolucionario (EPR) se deslindó temprano del secuestro de Fernández de Cevallos, también es cierto que el EPR y el ERPI provienen de un mismo tronco, pero no son lo mismo.
El EPR es una escisión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Su segregación se dio el 18 de mayo de 1996 y ubicó sus centros de operaciones en Oaxaca, Guerrero, Puebla, Chiapas y el Estado de México.
Sus actos de sabotaje o terrorismo más sonados se dieron en julio de 2007, cuando reivindicaron para su causa los atentados contra las líneas de gas de Pemex.
El primero fue el 5 de julio de 2007, en el ducto entre Salamanca, Celaya y el Valle de Santiago, en Guanajuato. El segundo atentado fue el 10 de julio, en el ducto Querétaro-Arteaga.
Su exigencia de entonces era la liberación de tres de sus militantes: Edmundo Reyes Amaya, Raymundo Rivera Bravo y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, presos o desaparecidos en Oaxaca.
El ERPI, en cambio, surgió de una ruptura que se dio en Guerrero con el EPR. Sus militantes sostenían diferencias políticas y estratégicas con el liderazgo del Ejército Popular Revolucionario.
Su primera aparición se dio a través de un comunicado el 17 de febrero de 1997.
La distinción del ERPI es que está integrado por militantes que participaron en las luchas guerrilleras de los 70 y los 80. Y sus operaciones se concentran en Morelos, Guerrero y Oaxaca. Aunque hay quienes sostienen que recientemente se estableció una célula en las zonas rurales de Querétaro.
Pero sus actividades se confunden con la ola de violencia desatada por el narcotráfico.
De hecho, en una entrevista con el diario La Jornada, fechada el 11 de mayo de 2009, el llamado Comandante Ramiro, integrante del ERPI, acusó al gobernador de Guerrero, Zeferino Torreblanca, de proteger a Joaquín “El Chapo” Guzmán y a Rogaciano Alba, este último presunto operador de los cárteles de Sinaloa y La Familia.
“Ellos son los principales responsables de la violencia en gran parte del estado”, dijo en la entrevista.
Cinco días después, en el periódico Milenio, el comandante Ramiro dijo que los cárteles de la droga, en especial el que dirige “El Chapo” Guzmán, están ayudando al gobierno en labores de contrainsurgencia en la región.
La otra línea de investigación sobre los posibles secuestradores de Diego Fernández de Cevallos apunta hacia presuntos negocios de su despacho con cuestionables personajes de Cancún.
Los que suscriben esta tesis dicen que los clientes de Quintana Roo no estarían muy conformes con una serie de operaciones judiciales y económicas desplegadas a través del despacho de “El Jefe Diego”.
Y que la forma en la que creyeron que podrían manifestar su inconformidad era con un “levantón” al político panista para ejercer presión sobre los resultados esperados.
Ese sería el motivo por el cual se habría colocado al ex procurador Antonio Lozano Gracia como negociador en jefe del rescate de Fernández de Cevallos, por encargo de la familia del secuestrado y con el beneplácito de las autoridades federales.
Los captores ya habrían concretado lo que en un secuestro suele llamarse “la prueba de vida”, es decir, muestras contundentes y fehacientes de que el retenido está vivo.
Esas “pruebas de vida” incluirían la fotografía que de “El Jefe Diego” circula desde hace una semana por internet y que fue exhibida por primera vez en Milenio Televisión.
Pero los negociadores tendrían ya una versión más completa de esa fotografía. En ella se vería con claridad que lo que sostiene el secuestrado en sus manos es un cartel en el que le pide a su hijo Diego que retire de las investigaciones a la Procuraduría General de la República.
El mensaje habría sido acatado de inmediato, toda vez que en un hecho inusual, la máxima autoridad judicial del país emitió un comunicado advirtiendo que por petición expresa de la familia se retiraban de las indagatorias.
El anuncio fue severamente cuestionado por ser una acción a la que el Ministerio Público no puede renunciar a petición de parte. Sobre todo cuando en todo secuestro, una de las líneas obligadas de investigación es la de familiares y amigos cercanos al secuestrado.
Más aún, en el mismo mensaje escrito y sostenido por Fernández de Cevallos se solicita que sea retirada toda la vigilancia de sus propiedades, incluido el rancho en donde fue secuestrado, y que se haga caso a cada instrucción que sus captores les den por teléfono.
Fuentes allegadas a las investigaciones advierten que los plagiarios no solo ya establecieron contacto con la unidad negociadora encabezada por Antonio Lozano Gracia, sino que incluso ya enviaron una carta que forma parte de las llamadas “pruebas de vida”.
Los investigadores allegados al caso advierten que además del ex procurador, otro elemento clave en estas indagatorias es el actual subprocurador Francisco Molina Ruiz.
El actual responsable de delegaciones de la PGR fue comisionado del Combate contra las Drogas en los días de Antonio Lozano Gracia en la PGR. Se mantuvo en el cargo por nueve meses hasta que fue relevado por el general Gutiérrez Rebollo.
Fuente: Reporte Indigo
Difusión: AMLOTV