Que el fraude electoral jamás se olvide
Entre el bagaje informativo que distribuye el Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo habría que incluir una copia, aunque sea pirata, del documental La Gran Venta realizado por el historiador alemán Florian Opitz, actualmente en cartelera en salas cinematográficas comerciales.
Para conocer su contenido recomiendo la crónica de Nora Patricia Jara, publicada por La Jornada el 16 de junio pasado.
Aquí me quiero referir a sus aspectos sustantivos y a la enseñanza que ofrece respecto del carácter criminal de la política neoliberal privatizadora en cualquier parte del mundo.
Con excelencia técnica de realización, el documental describe los efectos de la entrega a los intereses mercantiles de actividades que corresponden a la esfera de los servicios públicos.
Se abordan los casos emblemáticos de la salud en Filipinas, el agua en Bolivia, la electricidad en Sudáfrica y los ferrocarriles en Inglaterra; incluyendo la crítica del premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz y la defensa por un alto funcionario del FMI.
En el asunto de la salud en Filipinas, el documental muestra el caso de una madre desesperada ante la imposibilidad de lograr atención para su hijo afectado por una insuficiencia renal.
Se muestra la deplorable condición del servicio público de salud, al que se le redujo drásticamente la dotación presupuestal. En contraste se exhibe el promocional de un hospital privado en el que se ofrece al paciente el trato de un hotel de gran lujo.
El mensaje impacta ante la terrible realidad de tener que aceptar la pérdida de la vida humana por enfermedades que son curables. Es la muestra patética de que la salud no puede tratarse como una mercancía al alcance exclusivo de quien tenga dinero para pagarla.
A esto hay que llamarlo genocidio.El capítulo del servicio eléctrico en Sudáfrica muestra cómo la privatización implicó el inmediato aumento desproporcionado de las tarifas, al grado de hacerlo inalcanzable para más de la mitad de la población, en condición de pobreza.
De un plumazo se destruyó el avance de un siglo en materia de bienestar, siempre en aras de las ganancias particulares.
El caso es aleccionador por la organización social que armó un ejército de electricistas para reconectar, por la vía clandestina, a los miles de afectados por el corte del servicio, así como por la represión policial al servicio de la empresa privada.
Se incluye el tema de la privatización del servicio de agua potable en Cochabamba, Bolivia, en el que se llegó al extremo de impedir la recolección de agua de lluvia, para asegurar el mercado a la empresa privada concesionaria del servicio.
La protesta del pueblo organizado enfrentado a la brutal represión de la fuerza pública del gobierno neoliberal, determinó la cancelación de la concesión y la recuperación del recurso y del servicio público.
Indudablemente, este es un claro antecedente del triunfo electoral de Evo Morales y una explicación de la brutal oposición empresarial e internacional que enfrenta su mandato.
Para no limitar el caso a los países del tercer mundo, el documental aborda el tema de la privatización de los ferrocarriles en Inglaterra.
El significado consiste en la demostración de la inoperancia del sistema que supone que la competencia entre particulares garantiza una mayor eficiencia de operación.
El resultado fue que se registró un acelerado deterioro de la infraestructura por su baja rentabilidad, con la consiguiente pérdida de la seguridad en el servicio.
Tres graves accidentes ferroviarios, claramente identificados con dicho deterioro, obligaron a la reversión parcial de la privatización. Las empresas tienen que responder a sus accionistas con utilidades rápidas, en tanto que los servicios públicos sólo se justifican en beneficios de largo plazo y que no necesariamente se traducen en utilidad directa al capital. El documental muestra, además, la afectación que en el caso sufren los trabajadores, expresada en reducción de la seguridad en el empleo y en los ingresos del trabajador.
En sus intervenciones, Stiglitz critica a los organismos financieros internacionales que, de manera equivocada, aplican un recetario común para situaciones distintas imponiendo, en todos los casos, la apertura del sistema para que sea el mercado, como fuerza inobjetable, quien determine el comportamiento de la economía, desplazando a los estados de su responsabilidad para conducirla.
El Premio Nobel subraya que la función de los sistemas económicos tiene que ser el logro del bienestar de la población, lo que implica la intervención del Estado para corregir las desviaciones de la competencia imperfecta.Los ejemplos mostrados en el documental resultan ser universales.
Igualmente pudieron ser empleados los casos de cualquier país de América Latina o de Africa o de Asia, incluso de Europa o de Norteamérica. No otra cosa explica la creciente efervescencia social mundial que rechaza la fórmula neoliberal, ahora aumentados exponencialmente ante el alza en el precio de energéticos y alimentos.
La crisis mundial se está catalizando y lo que antes se veía lejano, hoy parece acercarse a una explosión radical, Incluso en la reunión del G-8 se advierte su gravedad. El FMI y el BM intentan sacar las castañas del horno aceptando la inoperancia de sus recomendaciones.
Lo verdaderamente inexplicable es que, como si de Marte se tratara, el sedicente gobierno de México insista en la vía de la privatización.
Peor si lo permitiéramos.Correo electrónico: gerdez999@yahoo.com.mx
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