domingo, 15 de agosto de 2010
América Latina en el proyecto alternativo.
Gerardo Fernández Casanova.
“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Saludo el sosiego producido por los acuerdos alcanzados por los gobiernos de las repúblicas Bolivariana de Venezuela y de Colombia, celebrados este martes en Santa Marta, justo ante el monumento a Simón Bolívar en el sitio de su muerte. No me hago ilusiones de que los conflictos terminen, pero sí de que se abren instancias y mecanismos para procesarlos por la vía del entendimiento y la diplomacia.
Destaco la función de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y de su secretario general Nestor Kirschner, cuya eficaz intermediación permitió desactivar el conflicto que ya amenazaba la paz continental; ya antes se había mostrado tal eficacia al desmantelar el operativo separatista en Bolivia, también en aras de conservar a la América Nuestra ajena a conflictos de riesgo bélico. Contrasta lo anterior con la tradicional operación del ministerio de colonias de Washington, también conocido como OEA, caracterizada por proveer a la hegemonía imperial mediante la desunión de las naciones latinoamericanas y el solapamiento de graves atentados contra la voluntad de los pueblos, como quedó debidamente demostrado en el reciente caso de Honduras, en que un golpe de estado fue mañosamente protegido por esa instancia y por el gobierno de los Estados Unidos. Los latinoamericanos podremos encontrarnos y zanjar nuestras diferencias siempre que lo hagamos en casa y sin intromisiones ajenas interesadas en mantener la división.
Una lectura importante del acontecimiento es que tendremos que aprender a coexistir con regímenes de diferente signo ideológico; el principio de la no intervención es hoy más válido que nunca, cuando se requiere frenar y erradicar el pernicioso y tradicional intervencionismo yanqui. Hay que recordar que México, otrora campeón de tal principio, pudo lograr un cierto grado de libertad en su política exterior y, principalmente en la interior, en la medida que lo exigió a todo el mundo. Con la llegada del PAN al gobierno de México, pero ya desde la presidencia de Salinas, se comenzó a disminuir la categoría del principio aludido y, en paralelo, el alineamiento acrítico con los designios de Washington, al grado de perder la libertad que nos había ofrecido y de amenazar con la participación en las aventuras belicistas de los vecinos del norte.
La adopción de instrumentos de integración que respeten diferencias, como es el caso de UNASUR, no cancela la posibilidad de las asociaciones de gobiernos que son afines en materia ideológica, como pueden ser los casos de la Alianza Bolivariana para América (ALBA) o la Organización Demócrata Cristiana de América, y mucho menos la que se registra entre los pueblos que expresan la solidaridad y hermanan los movimientos sociales reivindicativos, los que son, en todo caso, los verdaderos protagonistas de la historia y los constructores de patria.
Desde otro punto de vista, vale hacer la lectura de que la dignidad nacional es un valor superior, cuya vigencia ampara el afán emancipador y procurador de la justicia y el bienestar. Mi respeto para el régimen de la Revolución Bolivariana de Venezuela: supo esgrimir la decisión de ir hasta el sacrificio en defensa de sus principios y de su decisión de ser libres, de no ser más nunca una colonia de nadie. Soy pacifista por antonomasia, pero entiendo que un proyecto nacional debe defenderse con todo, incluida la posibilidad bélica, aunque no se desee. Hace falta mucho pueblo para ponerse de pié ante la amenaza imperialista y responder con dignidad ante la provocación: los venezolanos supieron hacerlo, así como también supieron anhelar la paz con su vecino y hermano. Lo que rechazaron con su respuesta valiente no fue la enajenación del anterior presidente de Colombia, sino la grosera amenaza gringa y sus ocho bases en suelo del país hermano. Riesgo calculado, si se quiere, cuando los Estados Unidos no hallan la forma de salir de las aventuras a las que los lleva la oligarquía poderosa y sus malsanos intereses.
Cuánto lamento que México, por ahora, vea de lejos estos monumentos a la dignidad, y que, incluso anden por ahí los Castañeda Gutman y Aguilar Camín haciendo gala de regala patrias, promoviendo su propuesta de hacer a un lado los principios originales y la herencia común latinoamericana, para sentarnos en el mullido cojín del gato de angora que goza de las piltrafas del patrón norteamericano. Cuánto celebro que el proyecto propuesto por Andrés Manuel López Obrador subraye nuestra pertenencia a la América Latina y nuestra correspondiente participación en su historia, la centenaria pero, principalmente la de todos los días. Anoto que aquí se corrige una grave omisión del proyecto del 2006, en el que el tema quedó indebidamente omitido.
Los mexicanos estamos urgidos de la solidaridad latinoamericana. Un amable lector me comentó que el movimiento encabezado por AMLO sonaba muy bonito y conveniente, pero que los gringos nunca lo dejarán llegar. El asunto es que no vamos a pedirles permiso para darnos el gobierno que nos interese. Con lo acontecido entre Venezuela y Colombia los gringos tendrán que aprender a convivir con regímenes que no necesariamente sean abyectos y obsecuentes a sus dictados, sino que velen por el interés de sus nacionales. Tendremos que contagiarnos de dignidad, por cierto, uno de los más importantes atributos de AMLO.
Difusión: TONATIUH MALDONADO.
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